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Gente sin piedad
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Cuánto hay que contenerse caminando por la calle para saludar a vecinos y conocidos. ¡No se os ocurra! Huid, cruzad de acera o correréis el peligro de que verdaderamente os informen de sus tonterías, felices de atrapar a un público transeúnte. ¿Cómo es posible que tras preguntas como "¿Que tal, María? ¿Cómo está tu madre?"se esconda una respuesta de veintidós minutos ininterrumpidos contando toda clase de detalles innecesarios y aburridísimos, mal narrados y trufados con silencios dramáticos que solo llevaban al drama de la continuación del monólogo? Además la conclusión es que la madre...¡¡Está bien!! ¿Será posible que esta gente se apodere de veintidós minutos de mi vida que no volverán jamás? Ni la expresión impaciente de mi cara, ni las miradas alrededor haciendo como que otra cosa atrapaba mi atención, ni los pasos hacia atrás para intentar separarme de mi interlocutora me libraron de su interminable verborrea. Sólo al final, una vez su cabeza quedó vaciada de palabras
Pasarlo bien en todas partes
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El alumnado llega a las aulas con intención de pasarlo bien. Es estupendo que disfruten de la compañía de sus amigos, del grupo, que lo pasen bien en algunas asignaturas, con algún docente... Pero que esperen pasarlo bien durante seis horas en distintos momentos del día en todas las materias... ¿No estamos planteando esto erróneamente? El alumnado va a clase a trabajar, a habitar un espacio distinto que el de casa, el del parque, el de los bares... Se están confundiendo estos tres espacios. De hecho los alumnos no los distinguen. Hablan en el mismo tono en el aula que en los bares y me imagino que en su casa también. Hablan en el mismo registro con docentes, padres, y desconocidos. No están acostumbrados a esperar turno de palabra, parecen pensar que la vida es un grupo de wasap en el que siempre puedes volver a ver lo que ha dicho alguien porque queda grabado. No es así. Tampoco el aula es un lugar en el que puedas enviar una broma para que te la rían y tú no escuchar el resto de la
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Mira yo no sé nada de números ni de presupuestos del Concello o del Gobierno central. Pero se le han dado17 millones de euros a la catedral de Santiago. 17. Oye ¿y no habría uno para la Universidad de Santiago? Porque Santiago hasta el año 93 era la Universidad y los universitarios. Luego hubo un viaje a la Edad Media de la Xunta de Galicia y no hubo más que catedral y peregrinos. ¿No se le ocurre a nadie en el gobierno dar algo a la USC? Para que vengan investigadores, para que en las aulas no haga un frío que pela, para comprar material, para mejorar los equipos. Esas cosas. Para que vengan visitantes de nueve meses y no de dos días. Para que los europeos o ciudadanos del mundo que vengan sean de los que se quedan un curso y llegan a conocer un poco más la ciudad y estrechan lazos con sus habitantes. Para que la hostelería, comedores, librerías, parques, establecimientos deportivos, salas de conciertos, de teatro alternativo y comercial, salas de cine...vuelvan a vivir y no a subsist
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"España va bien", afirmaba José María Aznar a finales de los años noventa. España va bien. Lo decían las cifras que mostraba orgulloso, como si él hubiese parido la bonanza económica de finales de siglo. Gestión y administración. Et voilà. Una España con cifras tan positivas que nos hacían sonreír y nos inspiraron confianza. ¿Entraremos en el G8? ¿Pintaremos algo en Europa, por fin? Las cuentas eran positivas, pero más allá de eso, ¿cómo eran nuestras vidas? Teníamos esperanza en el futuro, parecía que por fin íbamos a poder consumir. Consumir de verdad. Un mundo de posibilidades se abría ante nosotros. Sin embargo, el país seguía basándose en el turismo y la construcción. Eran los mismos perros con otros collares. España continuó asentado en estructuras que ya no funcionaban. Y no se crearon otras nuevas. Hoy tampoco. Se corta, se recorta, se destruye, sin aportar nada nuevo. Esperando que por generación espontánea aparezcan puestos de trabajo y ciudadanos ilusionados,
Me pregunto
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Me pregunto cuántas veces a lo largo de sus vidas, las personas renuncian a sus sueños por los sueños de los demás. Y en qué les convierte. Y si lo hacen por amor o porque no les queda más remedio. Y si eso les da la felicidad, a largo plazo, o les evita tomar temidas iniciativas. Y si van a utilizar "yo renuncié a esto o aquello" para justificarse ante sí mismos o los demás. Y si son valientes los que exigen cumplir sus sueños a costa de lo que sea, a costa del dolor de los demás o son atrevidamente coherentes. También me pregunto si cuando preguntamos a los demás cuestiones que nos duelen conocemos la respuesta de antemano y en realidad buscamos que nos lo nieguen, que nos lleven la contraria. Y si estamos preparados para oír en voz alta la verdad, la que nos decía también esa voz que callamos tan a menudo que sobrevive apenas, inserta en nuestras fibras más profundas, formando parte irremediablemente, de nosotros.